espejos

Nino creció en Georgia, rodeada de artistas que alentaron su creatividad. Naturalmente, desde pequeña mostró interés por la pintura.

Comienza a dibujar a veces con la mano derecha, a veces con la mano del corazón, con la mano izquierda, en libros viejos, paredes, piedras, páginas rotas, en todos los lugares donde puede desbordar sus emociones. Sus rasgos torpes y frágiles cambian con el tiempo.

Al crecer en la casa donde quedan huellas de la guerra, se sumerge en la tristeza, donde se enfrenta a acontecimientos dolorosos y violentos. Fue así como se refugió en los grandes clásicos y particularmente en la literatura francesa.

La poesía de Baudelaire le acompaña en sus dibujos infantiles pero a la vez sensibles. Su principal fuente de inspiración son los rostros y cuerpos de las mujeres, que permanecen en el centro de los acontecimientos de su inspiración, sin saber que estos dibujos estarán inspirados en su madre y en ella misma. Posteriormente, influenciada por su madre y la literatura francesa, decidió abandonar el país y hacer realidad su sueño de infancia de venir a estudiar a París. También será una manera de escapar del dolor y del pasado para renacer y darle una oportunidad a la vida.

A los 23 años llegó a Francia sin apenas hablar francés. Otra historia comienza en un país extranjero donde no conoce a nadie. Tras descubrir las pinturas de Gustav KLIMT, comenzó a interesarse por la técnica de la pintura al óleo.

Sus primeros óleos estuvieron influenciados por Klimt y Modigliani.
La misteriosa mujer que la sigue en sus dibujos está inspirada en su madre.
A ella está dedicada su primera exposición, “El ascenso de una mujer”.